Nuestro restaurante se sitúa en la bodega más antigua del centro de la ciudad de Madrid. Tras un extraordinario trabajo de rehabilitación, ha sido convertida en un espacio donde pasar una velada inolvidable. Las hornacinas donde descansaba el vino han creado un conjunto de “semireservados” o cuevas que trasmiten una sensación única de privacidad.

A principios del siglo XVII se construyó la primera galería que permitía conseguir las condiciones de temperatura idóneas para la crianza del vino de la zona. Posteriormente los monjes de la orden de San Felipe Neri, ampliaron la bodega dotándola de galerías en forma de claustro llenas de hornacinas, cúpulas, arcos y pechinas ornamentadas.

Este laberinto de galerías y cuevas, que nos transporta a tiempos pasados y ha estado escondido durante más de 400 años, se convierte en el marco perfecto para disfrutar de una comida inolvidable.

Cuando se construye la Bodega en el siglo XVII se crean unas galerías en las que se disponen espacios a cada lado denominados “Hornacinas”. Unos rincones de tranquilidad donde el reposo dará su fruto en la crianza del vino.

Estas Hornacinas son las que ahora ocupan nuestras mesas. La decoración es diferente en cada una de ellas, con distintas lámparas, manteles, espejos …. Todo ello las convierte en un lugar con un encanto único, muy diferente a cualquier otro restaurante.

Aquella tranquilidad del siglo XVII es la que ahora disfrutan nuestros clientes, un lugar inigualable para una velada especial. Tal es la “fama” de las hornacinas que nuestros clientes han creado un buen número de palabras para referirse a ellas: cuevas, arcos, alcobas, cuevitas, rinconcitos, reservados….